lunes, 26 de agosto de 2019

Qué pasa con el género en la economía


Qué pasa con el género en la economía


En el siglo XIX, el feminismo era un movimiento ya conformado y transitaba la primera ola, a pesar de la heterogeneidad que lo caracteriza hasta hoy en día, comenzó a producir teoría que incidió en el cuerpo central de diferentes disciplinas. El interés por la ciudadanía y la democracia fue central  pero, no sucedió lo mismo con la economía, que a pesar de la fuerte crítica que realizaba el movimiento a las tradiciones existentes, reclamando el derecho de las mujeres a tener un empleo y denunciando las desigualdades laborales y salariales entre sexos, no generó un gran cambio en sus categorías conceptuales y analíticas. Diferentes paradigmas económicos han abordado el tema del trabajo y mujeres pero siempre manteniendo una perspectiva analítica de carácter androcéntrico y patriarcal.
La economía aún sigue regida por el paradigma Neoclásico, este, como dice Cristina Carrasco en sus supuestos teóricos, simplifica y estereotipa la naturaleza de la vida de las mujeres, las relaciones sociales y las motivaciones económicas, visibilizando a las mujeres sólo como esposas y madres dentro de la familia tipo, donde el varón es el que sale al mercado de trabajo. Considerando a las primeras menos productivas y dependientes económicamente de sus maridos, lo cual reproduce una idea aún más profunda donde la mujer es desigual e inferior en sus capacidades y se convierte en una obligatoriedad vivir en la monogamia heteronormativa, modelo de familia que en la actualidad está en crisis, y presenta nueva formas las cuales no están incluidas en dicho modelo neoclásico. 
A pesar del ingreso masivo de las mujeres en la esfera pública, y de las formas modernas de empleo que desestabilizaron las formas antes conocidas de ubicación social entre hombres y mujeres, aún se sostienen estas falsas representaciones de la realidad económica de las mujeres, lo cual conlleva a un déficit en la construcción de los derechos reproductivos. 
La división entre lo público y lo privado, la feminización de las tareas de cuidado y actividades domésticas, la división sexual del trabajo, entre otros, son aspectos característicos del sistema capitalista que reproducen las construcciones arraigadas de los roles de género, que debemos cuestionar, interpelar y repensar. “En el capitalismo, la responsabilidad de sostener la vida se privatiza y se feminiza” (Perez Orozco. 2014). Así como también, en oposición a esto, encontramos a la ciencia y la racionalidad identificada con la masculinidad. (Ferber. 2004). 
Por ello, es preciso resaltar el aporte de la economía feminista, que corre el eje del concepto clásico-tradicional del homoeconomicus (en correlación con la ciudadanía universal impuesta por el sistema heteropatriarcal), para depositarlo en las relaciones humanas y la calidad de vida de las personas. La economía feminista contribuye a alejarnos de la hegemonía capitalista e interpelar, analizar y repensar las relaciones de poder, la vida cotidiana y la dialéctica entre trabajo reproductivo y trabajo productivo. Como plantea Perez Orozco, esta es una de las críticas que realiza el feminismo a la economía: la invisibilización de la reproducción, en palabras de esta autora esta ocultación no es casual sino que, funciona “como mecanismo clave para absorber la tensión a la que el capital somete a la vida”. (Perez Orozco. 2014).  Esta concepción de la economía clásica, aún vigente y predominante, pone de manifiesto una ceguera estratégica proveniente del pensamiento hegemónico dominante. Lentamente, la economía feminista va permeando la ciencia económica e intentando romper con la ‘ceguera económica’ como plantea Yolanda Jubeto. (2009). Como mencionan Ferber y Nelson (2004) la definición de la economía debe centrarse en la relación de los seres humanos con el mundo, orientada a la supervivencia y abastecimiento de la vida.
La responsabilidad colectiva sobre la sostenibilidad de la vida es un eje que debe transversalizar tanto los sistemas económicos como las relaciones sociales y el diseño, gestión e implementación de políticas públicas y la asignación de presupuesto para las mismas. Esto conllevará a una deconstrucción de la concepción tradicional universalista de la ciudadanía para la construcción de un concepto de ciudadanía con perspectiva de género, que permitirá una transformación de las relaciones humanas y el ejercicio tanto de derechos como así también obligaciones y responsabilidades -desde esta postura, consideradas co-responsabilidades, con implicancia en la construcción de lazos comunitarios-colectivos para la mejora de la calidad de vida. En los últimos años ha crecido considerablemente la producción teórica del feminismo, así como también de la economía feminista. Es sumamente importante que estas teorías transversalicen la decisión política, en palabras de Yolanda Jubeto destaca dos condiciones en relación al Estado: “el Estado se defina como un espacio de justicia social y tenga la capacidad estructural de institucionalizar las nuevas demandas de igualdad; (...) y la sociedad apoye ampliamente a las organizaciones feministas que desenmascaran las jerarquías basadas en el sexo(...).” (Jubeto. 2009.) Por lo tanto, sin decisión política y permeabilidad social es imposible construir un Estado con perspectiva de género. 
Considerando que la ciudadanía puede alterar la forma en la cual se estructura la distribución de la riqueza y el ingreso de la asignación de los recursos producidos por el mercado. La ciudadanía se relaciona directamente con la desigualdad y la exclusión. Por lo tanto, incorporar la noción afectiva, subjetiva, emocional de la cotidianeidad de los cuerpos al análisis económico es clave para el fortalecimiento del pleno ejercicio de la ciudadanía. Es un diálogo continuo y dinámico entre producción y reproducción. 
Asumir la corresponsabilidad en las tareas de cuidado, romper con la segmentación horizontal y vertical (entendiendo la primera como las paredes de cristal en donde las mujeres se insertan en puestos/profesiones de menor dinamismo y en relación por lo general a tareas de cuidado como educación, salud; y la segunda, también llamada techo de cristal, refiere a la escasez de oportunidades y dificultad para acceder a puestos de jerarquía y decisión), abolir la brecha salarial, que las políticas públicas y la asignación de presupuesto acompañen y garanticen la conciliación entre producción y reproducción, son aspectos clave en la transformación social que busca el feminismo.
Bibliografia: Carrasco, Cristina (2001), “La valoración del trabajo familiar doméstico:aspectos políticos y metodológicos”, en Rosalba Todaro y Regina Rodríguez(eds.)El género en la economía, CEM e ISIS Internacional. 
Carrasco, Cristina (2006), “La Economía Feminista: Una apuesta por otra economía”, En: María Jesús Vara (ed). Estudios sobre género y economía,Madrid: Editorial Akal.
Cavallero, Lucía - Gago, Verónica. (2019) Una lectura feminista de la deuda: ¡Vivas, libres y desendeudadas nos queremos!  1a ed .-Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Fundación Rosa Luxemburgo.

Jubeto, Yolanda (2008), “La economía feminista: una apuesta a favor de los derechos económicos, sociales y políticos de las mujeres”, en Amaia del Río,Rocío Lleó y Saria Martín (coords.)(2008),El espacio crítico feminista. Alianzas entre ONGD y organizaciones de mujeres latinoamericanas, HEGOA y ACSU.
Jubeto, Yolanda (2009). Debates actuales en la economía feminista. Aportaciones de los congresos de economía feminista.  Universidad del País Vasco. 
Nelson, Julie (2004) “¿Estudio de la elección o estudio del abastecimiento? El género y la definición de economía”, en Ferber, Marianne, y Nelson, Julie(eds.), Más allá del hombre

Egea Skrabal Laura
Galeano Ayelen

No hay comentarios:

Publicar un comentario