viernes, 30 de agosto de 2019

Acompañar la pérdida



Se tiró al piso rota.
Beso su foto en la placa.
Le pregunto incesantemente porque lo hizo.
No puede responder “porque”, ni ahora, ni antes, ni después.
Le pidió otra decena de veces que vuelva.
No va a volver, no por lo menos ahora y como ella quisiera.
Su nombre resuena en mi cabeza mientras su madre lo grita entre llantos.
Yo estoy parada ahí, la veo...dudo si dar el primer paso, si es acertado,
si debo cortar el momento, si soy merecedora de hacerlo.
Se me adelanta la pierna, dudosa, ya lo estoy haciendo sin teorizarlo tanto
por el rabillo del ojo, veo por sobre mi hombro, la campera verde de mi
compañero. Llegamos juntos al piso. Me da seguridad de que di el paso en
el momento justo.
Respiro hondo, nos miramos decididos, tomamos todo su cuerpo, con
nuestra manos, con palabras con lo que tenemos.
Alojar, contener, cientos de veces me lo dijeron en la Universidad, nunca
me dijeron cuando tenia que dar el par con mis piernas dudosas y el
corazón a galope. Nunca me dijeron como.
Se levanta, sabe que no la vamos a dejar  y a pesar del dolor nos
agradece, mientras me deja sus lágrimas, en mi campera de cuero negra.
Las guardo en mi bolsillo para mi, para más tarde. 
Estamos firme a su lado. Me suelta y abraza a su compañero de vida.
Yo me abrazo al mio de trabajo, cómplices, sosteniendonos,
porque también necesitamos sostenernos para sostener. 
Me llevo el abrazo y las lágrimas de sus padres en mi campera, me llevo
la mirada y el abrazo firme de mi compañero consintiendonos en que
hicimos bien, me llevo pares de ojos llenitos de lágrimas de sus seres
queridos, me llevo la certeza de que a pesar de esos instantes
volvería a ser TRABAJADORA SOCIAL. 

Ayelen Galeano

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